MEDICINA
En el mes de Junio de 1983, Enzo Trapani egresa de la Universidad Nacional de Rosario, con su flamante título de médico.
Algo verdaderamente importante acababa de ocurrir: se abrían las puertas no solo del mundo del trabajo, sino también de sus proyectos.
El país de Argentina, por entonces, regresaba a la democracia, luego de largos años de dictadura.

UNA DECISION, UN VIAJE
La decisión de viajar implicaba una separación de la familia, su barrio, sus vivencias. El anclaje de cosas con las cuales había nacido y crecido.
Pero del otro lado, estaba el desafío. Un océano que separaba no solo físicamente sino también en términos conceptuales su dimensionamiento de la medicina. Estaba destinado a no ser un médico más, sino un cerebro que iba a brillar en el horizonte de la medicina y el arte.
EL HOSPITAL, PASILLOS DE VIDA
Cada oficio, cada profesión tiene su marco referencial. El Arquitecto recorre obras, vigila máquinas, equipos. El Industrial coordina producción, gerencia el manejo de las empresas.
El taxista cuenta los kilómetros, conoce las calles. Y así. Pero Enzo iba a comenzar la segunda etapa de su aprendizaje en su vida.
En Misisipi, lo seguía esperando la etapa del aprendizaje. La homologación de su título y los pasillos de los hospitales, clínicas, donde se ganaría la vida para lograr consumar sus objetivos.

UN REACOMODAMIENTO
El santafesino, comenzó a trabajar en una clínica, mientras trabajaba duramente para lograr su objetivo. Ser médico, pero en los EE.UU. Así fueron pasando inexorablemente los años, para recibirse nuevamente, en su país por adopción.
Las decisiones en la vida, implican muchas cosas. Pero en este caso, fructifican. Romper los lazos, significó que crezcan las alas. Y las alas fueron impulsadas por el viento. Y el viento de la vida lo elevó a los balcones más alto del edificio de la existencia, desde donde pudo -como el águila- mirar para comprender.
Hoy, desde la azotea, la terraza mayor de la humanidad, mora como uno más entre nosotros, para curarnos, en cuerpo y alma.
